domingo, 31 de mayo de 2009
miércoles, 20 de mayo de 2009
Matias no sabe hablar
“… Matías no habla, no sabe usar los cubiertos y pega…” fueron las primeras palabras que escuche sobre un concurrente que ingresaba al Centro de Día en el cual yo trabajaba como profesor de teatro.
Luego de una historia trágica, de abandonos, malos diagnósticos, muertes cercanas que lo marcaron mucho, palos que le dio la policía y mas palos que se encargo de darle la vida durante 27 años, Matías entra al Centro de Día con el diagnostico de “Psicotito”.
Gracias a la libertad que recibí de parte de Isabel ( Directora) y toda la gente del Centro de Día para desarrollar mi área, el trabajo con Matías fue muy bueno.
Al principio el se ubicaba en un rincón de la sala y observaba, no participaba y solo se paraba y se reía impulsivamente, sin motivo aparente. En su mirada se podían distinguir rastros de mucho desconcierto y tristeza.
Sus compañeros le tenían miedo y lo rechazaban, ya que Matías, en algunas oportunidades, los agredía físicamente.
Las primeras veces que pasaba al espacio escénico se quedaba parado y solo sonreía nervioso, esto demostraba que era consiente del momento que estaba viviendo, él se sentía observado y eso lo incomodaba. Su actitud me ayudo a entender que percibía el entorno, pero aún seguía sin hablar.
En la primera reunión de equipo que tuve luego de su ingreso, me entere mas cosas de su pasado, como por ejemplo que concurrió a la escuela secundaria hasta segundo año, momento en el que le dio el primer brote psicotico, por lo tanto Matías tenia que saber leer y escribir. Me pregunte muchas veces como generar en él las ganas de escribir. Comencé por leerle cuentos, algo que lo remitiese a su niñez, pero no funciono, en una primera instancia, cantábamos canciones con los compañeros para ver si existía algún cambio en su cara. Cuando pusimos cumbia, esbozo una sonrisa pequeña. Ese gesto me dio una señal: tenía gusto musical. Durante varios encuentros insistí para que él mencione su nombre, hasta que un día me miro, tomo un lápiz, y escribió: MATIAS… finalizándolo con una raya casi ilegible. Ahora si comenzamos a conectarnos; me dio permiso para entrar en él. Con la ayuda de algunas de mis compañeras, comencé a indagar en su mundo haciéndole propuestas de todo tipo: pintar, jugar diferentes juego, hacer deportes, escuchar música, mirar imágenes de su lugar de origen: Salta. Y de a poco Matías se fue dejando ayudar, pero aun no hablaba.
En una oportunidad que estaba muy nervioso me amago pegar una trompada en la cara, y mi reacción, luego de respirar hondo fue acercarme a él y preguntarle que le pasaba, si estaba triste por la muerte de su mama, a lo que respondió con un abrazo. Este tipo de situaciones fueron haciendo que Matías tome confianza, hasta que un día me dijo: “Panchiroli” apodo con el que me empezó a llamar. Desde ese día comenzó a decir algunas palabras y muy de a poco fue formando oraciones y contándome lo que le pasaba. En una oportunidad me confeso que extrañaba Salta y que se quería ir del Centro de día porque sus compañeros eran todos tontos. (Él estaba en un grupo donde había concurrentes adultos con discapacidad mental)
Así fue como llego fin de año y Matías participo de la obra de teatro haciendo un pequeño papel pero no por eso, menos meritorio.
Hoy a la distancia me pienso: Tal vez Matías no hablaba con nadie, porque nadie se tomaba el tiempo de hablar con él.
Luego de una historia trágica, de abandonos, malos diagnósticos, muertes cercanas que lo marcaron mucho, palos que le dio la policía y mas palos que se encargo de darle la vida durante 27 años, Matías entra al Centro de Día con el diagnostico de “Psicotito”.
Gracias a la libertad que recibí de parte de Isabel ( Directora) y toda la gente del Centro de Día para desarrollar mi área, el trabajo con Matías fue muy bueno.
Al principio el se ubicaba en un rincón de la sala y observaba, no participaba y solo se paraba y se reía impulsivamente, sin motivo aparente. En su mirada se podían distinguir rastros de mucho desconcierto y tristeza.
Sus compañeros le tenían miedo y lo rechazaban, ya que Matías, en algunas oportunidades, los agredía físicamente.
Las primeras veces que pasaba al espacio escénico se quedaba parado y solo sonreía nervioso, esto demostraba que era consiente del momento que estaba viviendo, él se sentía observado y eso lo incomodaba. Su actitud me ayudo a entender que percibía el entorno, pero aún seguía sin hablar.
En la primera reunión de equipo que tuve luego de su ingreso, me entere mas cosas de su pasado, como por ejemplo que concurrió a la escuela secundaria hasta segundo año, momento en el que le dio el primer brote psicotico, por lo tanto Matías tenia que saber leer y escribir. Me pregunte muchas veces como generar en él las ganas de escribir. Comencé por leerle cuentos, algo que lo remitiese a su niñez, pero no funciono, en una primera instancia, cantábamos canciones con los compañeros para ver si existía algún cambio en su cara. Cuando pusimos cumbia, esbozo una sonrisa pequeña. Ese gesto me dio una señal: tenía gusto musical. Durante varios encuentros insistí para que él mencione su nombre, hasta que un día me miro, tomo un lápiz, y escribió: MATIAS… finalizándolo con una raya casi ilegible. Ahora si comenzamos a conectarnos; me dio permiso para entrar en él. Con la ayuda de algunas de mis compañeras, comencé a indagar en su mundo haciéndole propuestas de todo tipo: pintar, jugar diferentes juego, hacer deportes, escuchar música, mirar imágenes de su lugar de origen: Salta. Y de a poco Matías se fue dejando ayudar, pero aun no hablaba.
En una oportunidad que estaba muy nervioso me amago pegar una trompada en la cara, y mi reacción, luego de respirar hondo fue acercarme a él y preguntarle que le pasaba, si estaba triste por la muerte de su mama, a lo que respondió con un abrazo. Este tipo de situaciones fueron haciendo que Matías tome confianza, hasta que un día me dijo: “Panchiroli” apodo con el que me empezó a llamar. Desde ese día comenzó a decir algunas palabras y muy de a poco fue formando oraciones y contándome lo que le pasaba. En una oportunidad me confeso que extrañaba Salta y que se quería ir del Centro de día porque sus compañeros eran todos tontos. (Él estaba en un grupo donde había concurrentes adultos con discapacidad mental)
Así fue como llego fin de año y Matías participo de la obra de teatro haciendo un pequeño papel pero no por eso, menos meritorio.
Hoy a la distancia me pienso: Tal vez Matías no hablaba con nadie, porque nadie se tomaba el tiempo de hablar con él.
jueves, 7 de mayo de 2009
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